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“Que Jesucristo Resucitado los inunde con su luz para que siempre puedan ‘ver’ con el corazón de Dios, así tendrán paz y consuelo todos los días de su vida para servir a los demás con el estilo de nuestro Buen Pastor y Maestro, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate de todos”, expresa el Santo Padre en parte de su mensaje.

A su regreso de la Visita Ad Límina en Roma, el jueves 23 de mayo, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, entregó al Pbro. Dardo Olivera, Capellán del Servicio Penitenciario de Catamarca y Asesor de la Pastoral Carcelaria, una carta del Papa Francisco dirigida al personal que cumple tareas en ese ámbito.

El Santo Padre expresa que la misma responde al pedido del Capellán, Pbro. Dardo Olivera, de que “les hiciera llegar un saludo y unas palabras de aliento por la delicada tarea que llevan a cabo entre las personas que están a su cuidado, por disposición de la justicia. ¡Cómo no hacerlo, si siempre resuenan en mí las palabras de nuestro Buen Jesús: ‘estuve preso y me visitaron’! (cf. Mt 25-36)”.

“El tiemplo litúrgico que estamos transitando, la Pascua, es muy apropiado para reflexionar sobre la particular delicadeza que debemos cultivar en cada uno de nosotros en relación con los hermanos, particularmente con aquellos que están pasando por la prueba de la prisión de su libertad”, señala en el núcleo de su mensaje, resaltando que “Jesucristo, Nuestro Señor, vino a liberarnos de toda forma de esclavitud, en particular a las internas de cada uno de nosotros, como el egoísmo, la envidia, la avaricia, la soberbia, la ira, la prepotencia, el apego al poder, la parcialidad, la indiferencia, el desamor, la dureza de corazón; o sea, el no permitirle a Dios, ser Dios-Padre en nuestras vidas”.

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Asimismo, manifiesta su deseo “de que Jesucristo Resucitado los inunde con su luz para que siempre puedan ‘ver’ con el corazón de Dios, así tendrán paz y consuelo todos los días de su vida para servir a los demás con el estilo de nuestro Buen Pastor y Maestro, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate de todos (cf. Mt 20-28)”.
Al final de la misiva dice: “Reciban mi abrazo paterno, asegurándoles mi oración y, a la vez, rogándoles que no dejen de rezar por mí. Fraternalmente. Francisco”.

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